Se
suele asociar la poesía de Dámaso Alonso, sobre todo su poemario más
conocido, Hijos de la ira, al horror de la Guerra Civil y a las penurias
de la posguerra. [...] Un libro del pasado que servía para expresar lo que la
gente sentía en una época pasada. Sería improbable que Dámaso Alonso escribiera
ese mismo libro hoy en día. Escribiría, seguramente, una obra bastante más
dura. Vivimos en un mundo mucho más deshumanizado que el del año 1944,
cuando Hijos
de la ira estremeció a
los lectores de poesía. Vivimos (o sobrevivimos) en un infierno tibio poblado
por monstruos más feroces que aquellos que aparecen en Hijos
de la ira, y a los alumnos que contemplan
aburridos la foto en blanco y negro de Dámaso Alonso habría que ponerlos sobre
aviso.
Leed Insomnio, el poema total que abarca
una sola página, leed la pregunta del maestro: «Por qué mil millones de
cadáveres se pudren lentamente en el mundo»; y pensad lo siguiente: más de 70
años después somos siete u ocho mil millones los habitantes de esta esfera, de
los cuales casi mil millones (según el informe Global Monitoring Report) viven en
condición de extrema pobreza o, lo que es lo mismo, son poco menos que
cadáveres que respiran. Ya no es una metáfora, ahora es real. ¿No sois la
generación del multitasking?
Pues leed El último Caín con
un ojo puesto en el vídeo de Youtube del ataque con gas sarín en Siria de abril
de 2017; desmenuzad Mujer con alcuza frente a las imágenes de las colas de
refugiados que no saben hacia qué se acercan, pero sí de lo que intentan
alejarse.
Al leer Hijos
de la ira uno tiene
la sensación de que Dámaso Alonso no pudo más y reventó. Lo que pocos
anticipaban es que después reventaría el mundo. «Yo
soy el orujo exprimido en el año de la mala cosecha», dice el
poeta. ¿Pero cuáles han sido los años de buena cosecha? El Fondo Mundial para
la Naturaleza (WWF) estima que la mitad de la fauna del mundo ha desaparecido
desde 1970. La mitad. («Nunca más,
nunca más, / nunca más. / Pero, tú, ¿por qué tiemblas? / Los huesos no se
yerguen: calladamente acusan»). El cambio climático, impensable a
mediados del siglo pasado, parece una broma pesada que algún dios menor le ha
gastado a los existencialistas. Tomad, dos tazas. Y luego dos más. («Hombre, / cárabo de tu angustia, / agüero de
tus días / estériles, ¿qué aúllas, can, qué gimes? / ¿Se te ha perdido el amo?
/ No: se ha muerto»).
[...] los nuevos tiempos (que no son más que
los viejos tiempos con nuevas amenazas) obligan a invocar la poesía, hoy más
que nunca, para acabar con los supervillanos que dominan el discurso e inoculan
las mentes con palabras pobres y ponzoñosas. Ha llegado el momento de centrarse
en los jóvenes, de que los nietos y los bisnietos de la ira lean a un poeta que
habla de lo que está ocurriendo ahora, que cuenta lo que ocurrirá mañana si no
hacemos algo para evitar empeorar las cosas, su nombre es Dámaso Alonso, nació
hace ya mucho tiempo y no ha muerto todavía.
(Ben Clark, “Los
nietos y bisnietos de la ira”)
Fuente:
https://lab.elmundo.es/generacion-del-27/damaso-alonso.html (27/04/2020)
'INSOMNIO'
Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las
últimas estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelco y me incorporo en este nicho
en el que hace 45 años que me pudro,
y paso largas horas oyendo gemir el huracán, o ladrar los
perros, o fluir blandamente la luz de la luna.
Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un
perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca
amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué
se pudre lentamente mi alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad
de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el
mundo.
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, las tristes
azucenas letales de tus noches?
En la voz del poeta (Dámaso Alonso, Hijos de la Ira)
No hay comentarios:
Publicar un comentario