Página de aula de lengua y literatura de Educación Secundaria

Los que no somos gigantes -la gran mayoría de los seres humanos- tenemos que ir supliendo nuestras carencias a base de esfuerzo y de ir ingeniándonoslas en muchos aspectos. De qué manera y en qué dirección, cada uno va supliendo sus propias carencias, eso dependerá ya del gusto y las particularidades de cada cual. Si investigaba en los ámbitos que me interesaban a mi ritmo y a mi gusto, asimilaba técnicas y conocimientos de un modo extremadamente eficaz (1)

Espero que esta carpetadelc te ayude a crear tu propio recorrido.

(1) Adaptado de De qué hablo cuando hablo de correr de Haruki MURAKAMI
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28.11.17

Elogio del aburrimiento



No estuve allí; pero, a partir de los datos de que dispongo, juraría que los pasajeros del Titanic pudieron sentir de todo menos aburrimiento mientras el barco se iba a pique. Tampoco alcanzo a imaginar a los soldados implicados en la batalla de Waterloo bostezando indolentes, amodorrados, o arreglándose las uñas sin más motivo que no estar ociosos en plena refriega.

Le planteé la cuestión a un experto en conductas humanas a quien conocía someramente. Habíamos coincidido por segundo año consecutivo en la fiesta al aire libre de un amigo común. Pensó que bromeaba. Como suele ocurrir en este tipo de situaciones, él se refugió en la ironía. Fue entonces cuando le dije, ahora ya sí de broma, que me parecía extraño que la ciencia psicológica careciese de explicación para lo que a mi juicio es el verdadero meollo del asunto, esto es, que en el aburrimiento se esconde una convicción engañosa. ¿Cuál? La de estar en la vida como si dispusiéramos de una provisión interminable de tiempo.

La risa anula momentáneamente la conciencia de la tragedia. El aburrimiento, a su modo, también. La primera la vemos como positiva, pues da gusto. El segundo, al hombre moderno, se le figura una calamidad. Yo intuyo, añadí, que, bien gestionado, el aburrimiento puede ser una bendición. El psicólogo me preguntó si en aquellos momentos, en aquel jardín donde ya ardían las brasas de la barbacoa, yo me estaba divirtiendo. No conozco otra posibilidad, le contesté.

En mi modesta y poco autorizada opinión, el truco está en persuadirse de que la vida dura las dos horas y pico que tardó el Titanic en hundirse. Y como el tipo acogiese mis palabras con una mueca risueña, agregué, rivalizando con él en impertinencia, que con los años he desarrollado ciertas aptitudes para guipar al simio que lleva dentro cada ser humano, razón por la cual no suele ser difícil para mí hallar entretenimiento en la observación de las personas cuando no tengo mejor cosa que hacer. Mi interlocutor debió de sentirse aludido, se fue en busca de bebida y ya no volvió.

Agradezco a mis progenitores esto, lo otro y lo de más allá, pero particularmente que no estuvieran pendientes de que no me faltase diversión en cada minuto de la infancia. Ocupados en las tareas propias del sostenimiento de la familia, en un medio social humilde, de limitado acceso a los bienes culturales, el ocio del hijo no era un asunto que reclamase su atención, al menos no con la misma intensidad que la salud, la nutrición, la ropa y calzado o la educación escolar.

En consecuencia, uno, a edad temprana, no tenía más remedio que arreglárselas para colmar los tiempos muertos de la vida cotidiana con actividades que no consistieran principalmente en la queja por la falta de actividad. "Papá, mamá, me aburro", se oye lamentarse a veces, con clara intención de chantaje, a algunos niños. Me aburro significa en tales ocasiones: dame espectáculo, cúmpleme un deseo.

No se me ocurre respuesta más adecuada ni cariñosa en tales casos que esta: "Excava en tu hastío, hunde la pala, busca el diamante". La idea no es otra que estimular al pequeño a que se acostumbre a tomar decisiones. Se le convida a extraer provecho de su imaginación, a ejercitarse en la tenacidad y la paciencia, y a encontrar, en fin, por sí mismo solución a sus problemas.

Por los días en que daba clases se hablaba mucho de la pertinencia de motivar a los alumnos. La palabra motivación era el bebedizo mágico con el que obrar todos los días, en el aula, maravillas pedagógicas. Al alumno había que hacerle la enseñanza atractiva. Las matemáticas debían saberle a fresa; la física y química, alegrarlo como un número de circo. El alumno no debía aprender por obligación, sino por curiosidad natural. Incluso había programas educativos que postulaban la flexibilidad máxima de las actividades. El alumno llegaba a clase y, ante la oferta de tareas, podía escoger la que le hiciese tilín.

Daba la casualidad de que los niños no vivían en la escuela. Por las mañanas llegaban al aula determinados por ciertos hábitos no siempre constructivos y rara vez conformes con el plan escolar de convivencia y trabajo. Muchos de ellos tendían a prolongar dichos hábitos en las horas lectivas. Y así, atiborrados de televisión, años después de consolas de videojuegos, Tamagotchis y lo que fuera que estuviese de moda (hoy día lo ignoro, pues cambié de oficio), el alumno mostraba pulsiones claramente adictivas, era incapaz de concentrarse en nada y enseguida se cansaba de los recursos motivadores del frustrado profesor, convertido en una especie de camarero o sirviente de los niños. El resultado no era el previsto por las directrices. Al final, el alumno detestaba el colegio con ardor tan sostenido como el de los chavales de mi época, sometidos por regla general a una férrea disciplina.

Creo que las autoridades educativas harían bien en introducir clases de soledad en los colegios. Serían económicas. Ni siquiera precisarían de personal docente especializado. Aprender a estar a solas y en silencio con los propios pensamientos es un arte que no todo el mundo domina. Y, sin embargo, en dicho arte radica uno de los antídotos más efectivos contra el aburrimiento, la ansiedad, las actitudes gregarias y la falta de iniciativa.

Metan ustedes durante varias horas a un niño de ocho años, a una muchacha de catorce o a un señor de sesenta y seis en un cuarto de paredes blancas, sin ventanas ni aparatos. Tan sólo con una mesa en el centro o adosada a la pared, y, sobre la mesa, un trozo de madera y un juego de gubias. Transcurrido el tiempo, las posibilidades de que al entrar ustedes en el cuarto no hallen una figura tallada son con toda seguridad mínimas. Pongan rotuladores y hojas de papel, y hallarán, al final de la sesión, textos o dibujos. No pongan nada y llegará un momento en que el recluso se arrancará a cantar, a rememorar su pasado o a hacer ejercicio físico.

La idea de que el aburrimiento ha de combatirse solamente mediante estímulos externos me parece un error grave. Ojo, no hay por qué desdeñar dichos estímulos. ¿A quién no le agrada asistir a un buen espectáculo? Y aun en tales casos cultivar un espacio mental para el disfrute de lo que se está presenciando ayuda a no dejarse arrastrar por la blanda pasividad. ¿Cuántas veces no se le habrá ocurrido a uno la idea para un proyecto, el dato que faltaba, el verso inicial de un poema, en unos de esos momentos en que tantos congéneres nuestros mirarían el reloj fastidiados? Se me hace a mí que el aburrimiento es un regalo de la Naturaleza que permite a los seres humanos crearse un mundo interior propio con el cual vencer, mire usted por dónde, el propio aburrimiento.

                                                                                   
                                                           (FernandoAramburu, El Mundo, 26/11/2017)

30.11.15

In memoriam

Un día en Sanxenxo

Nos 50 anos da primeira edición da miña novela Memorias dun neno labrego recibo homenaxes, contesto entrevistas, asino exemplares do libro e convídanme para encontros con estudantes. Este ir e vir abarca toda Galicia. Manteño coloquios moi interesantes con rapazas e rapaces das catro provincias. Converso cos profesores e con frecuencia cos alcaldes, que soen achegarme o libro de visitas para que escriba algo, e algúns entréganme o escudo municipal.
Para calquera autor estes xestos colectivos son moi estimulantes, e máis coma neste caso por tratarse dun libro publicado hai medio século. Esta vez foi en Sanxenxo. Un acto entrañable. Organizouno o instituto local xunto co Concello e a libraría Nós. Reuninme co alcalde e varios concelleiros. Recibín cordiais saúdos de benvida. Estaba presente Francisco López Rodríguez, director xeral do Libro, da Xunta. Dixen unhas palabras de gratitude e falei do aviador Piñeiro que tiña sido alcalde naquel concello, e entregáronme unha réplica do monumento que alí erixiron na súa memoria.
No auditorio falei de libros, da emigración a América e da significación da lingua galega. Mantiven un animado coloquio con estudantes. Algúns recibiron na ocasión premios dun concurso literario. O acto presentárono e amenizárono María Lado e Lucía Aldao.
O máis singular foi que dende días antes mantiveron expostos 61 debuxos e 78 cartas dos estudantes dirixidas a Balbino (o protagonista das Memorias) e a min. Nenas e nenos manifestaron dese xeito a súa tenrura e cordialidade. Pertencen ós CEIP de Magdalena, A Florida, Portonovo, e os IES de Vilalonga e Sanxenxo. Coordinou todo a bibliotecaria Dolores Tobío, que días despois me trouxo a Gres, encadernados, os testemuños estudiantís expresados nesas cartas e debuxos. Un xesto de verdadeiros amigos.

XOSÉ NEIRA VILAS

El Correo Gallego (11/12/2011) 

María Lado, Lucía Aldao e Xosé Neira Vilas. 2010

Ata sempre mestre, amigo!!

 

13.5.14

Con Raúl Vacas

Algunas apreciaciones de la experiencia contadas por el alumnado de 1º ESO que participó en el taller. 

       "Este viernes nos llevaron a la biblioteca y allí nos esperaba la profesora de Lengua Española y un hombre de pelo canoso, de mediana edad. Ese hombre era Raúl Vacas, escritor del  libro Esto y Eso que era el que estábamos leyendo en estos momentos.
       La hora fue muy entretenida, riéndome con mis compañeros por las onomatopeyas que nos hacía decir Raúl para que un texto que él estaba leyendo cobrara vida. También nos dio un papel donde estaba impresa una pared y nos dijo que pusiéramos allí un lema, un dibujo o una frase que nos inventáramos.
     Gracias a ese taller, ahora me interesa bastante más la poesía ¡e incluso me he apuntado en un certamen de poesía y narrativa! En fin, en esa sesión saqué toda mi imaginación que ni si quiera yo sabía que tenía." Alejandro V. 


     "La visita de Raul Vacas a este centro  me encantó, pero se me hizo corta, por mí volvería a hacer charlas así todos los días, ya que a mí siempre me gustó poder publicar un libro de poesía cuando sea mayor.Raúl Vacas me parece un chico estupendo y sus poemas son geniales. Nos leyó algunas cosas e hicimos varias actividades, yo participé en todos. A mí la poesía me encanta, y hago muchos poemas, aunque son de amor, es como que me relaja, y algo me entendí con él, porque a los dos nos gusta escribir, ser poéticos y cosas así. Soy muy espontánea, también en mi forma de escribir, pues cuando se me viene algo a la cabeza, lo escribo, sin pensarlo, y no vuelvo atrás para leerlo porque después de una idea me vienen muchas seguidas, sólo al acabar, corrijo lo que me sale mal. 
    Y sobre lo de recitar, pues Raúl Vacas lo hace bien, le pone sentimientos a las palabras, y eso me gusta, porque la poesía la puede hacer mucha gente, pero los sentimientos que trasmite, no todos son capaces". Fátima.


        "La verdad me emocioné bastante cuando supe que iba a venir al instituto, un poeta "famoso" ( o como dice mi padre : "famoso na súa casa") y que hiciera un taller con nosotros. Su poesía me parece imaginaria e inusual en comparación con otros poetas que no escriben con la misma extravagancia con la que lo hace él. Mi poema favorito es de su libro Consumir Preferentemente y se llama Cool Water.
       Yo quería que firmara un libro suyo pero no tenía ninguno, entonces cogí una libreta para que lo hiciera en una hoja. Después estaba saliendo de la biblioteca, la profe me presentó Raúl Vacas, me dijo que Alizé había elegido el vídeo en el que yo recitaba un poema suyo. Me gustó conocerlo.  Espero que más adelante vuelva a vernos." Uxía M.


       "Para empezar, el año pasado la poesía no es que me interesara mucho. Ahora que conozco a Raúl Vacas tengo una percepción un poco distinta de este tipo de literatura. Me divirtió este taller y sobre todo el tema del graffiti. El texto que nos mandó escribir Raúl Vacas no lo pude acabar pero había algunos que leyeron mis compañeros bien estructurados, y muy buenos. Después nos enseñó algunos libros un poco raros, como uno en el que salían muchas ventanas y al paso de las páginas esas ventanas se iban cerrando. También había otro en el que salía una casa y que al paso de las páginas se iba convirtiendo de una aldea a una ciudad, ya que el número de casas y edificios aumentaba.   
       Me pereció un poco corta la visita, ya que me encanta oír a la gente hablar de literatura y de sus experiencias". Adrián.    


         "Raúl Vacas es una persona estupenda cuya vida me sorprendió mucho. Nos contó muchas cosas pero la que más me sorprendió fue que una persona tan importante se haya criado en un pueblo tan pequeño y que al poco tiempo se fuera a vivir a la ciudad. Me gustaron mucho las actividades que hicimos como crear una historia a partir de cinco palabras o crear nuestro propio graffiti. Los poemas de Raúl Vacas me gustan  y me gustaría que algún día yo pudiese escribir poemas como los suyos". Ángela


       "Allí estuvimos hablando del urbanismo, él es un urbanita. Nos enseñó un libro en el que se veía un paisaje que iba cambiando. Primero había una casa sola con una iglesia, había muchos árboles pero poco a poco iban desapareciendo los árboles y había más casas hasta que se hizo una gran ciudad con una industria que echaba mucho humo y un árbol solamente. Nos propuso hacer un pequeño poema en una pared, también hicimos una historia y unos anuncios con los que  me divertí mucho. Ahora lo voy pillando. Espero que otro poeta venga por aquí. Alex M.


           "Me ha gustado haber conocido a Raúl Vacas porque siempre me ha gustado mucho la experiencia de conocer a poetas, escritores, artistas. Me interesó que un ticket de la compra ya es una historia y que con cinco elementos ya podemos aproximarnos a la personalidad de una persona. 
           Descubrí que Raúl Vacas es un hombre amable que nos ha enseñado a encontrarle interés a cualquier cosa. Me gustó también haber escrito un graffiti en una pared. Fue una bonita experiencia porque uno de mis deseos es llegar a escribir un libro de poesía". Elsa


           "El taller  me ha parecido interesante. Me ha demostrado que a partir de cualquier cosa se puede crear un poema. La poesía nunca me llamó la atención, la leía sin entenderla del todo y eso hacia que no me gustara, pero Raúl Vacas nos explicó que cada persona puede interpretar el poema como quiera. Él, cómo persona, es muy majo y nos invitó a escribir poesía, nos dijo que no hacía falta estar inspirados para escribir porque eso de "no estar inspirado" es simplemente vagancia. Me gustaría que volviera pronto a nuestro instituto". Nair


       "Es chistoso, simpático, amigable. A mí me llamó la atención sus poemas porque habla de sentimientos; sus juegos de palabras son divertidos y con mucho sentido del humor.  Yo me lo esperaba más adulto, pero las apariencias engañan. El taller me hizo pensar sobre las cosas que nos rodean.
            Joel, Sara, Elsa y yo estuvimos trabajando juntos en el relato de las cinco palabras de la lista,  resultó un poco picante y gracioso. Felicito a Raúl Vacas por su trabajo". Alizé 


      "El vienes fuimos al taller y allí te vi y no te esperaba. Ah, sí,  te esperaba más serio, pero eres una persona inteligente y muy gracioso. Me gustó también tu forma de expresarte en los poemas y en la vida real. No eres mi ídolo, ni te asemejas, pero tengo que admitir que el poema que escogí para recitar me gustó muchísimo y me expresó muchos sentimientos. Solo me quedó una cosa por decirte: ¿ por qué en tus poemas hablas tanto de la nieve"? Marco

       "Me ha parecido una buena experiencia conocer al autor de los libros que estamos leyendo. También me encantó su personalidad porque es muy majo e hizo que el taller no se hiciera aburrido. Otra de las cosas que más me sorprendió fue los libros que nos enseñó, porque no sabía que solo con las imágenes o incluso libros que están totalmente vacíos podían significar tanto o más que los libros llenos de letras.  También me gustó que nos dejara expresar lo que pensábamos libremente. Sonia



       "Por desgracia, yo no he podido asistir al taller de Raúl Vacas. Conozco de él lo que comentamos en clase: es de Salamanca y escribe poesía. Algunos de sus poemas los escuché, e incluso se puede decir que los conozco, porque en clase, todos mis compañeros, incluída yo, nos los aprendimos para recitarlos.  También estoy leyendo uno de sus libros Esto y Eso.   
        Aunque no tuve el gusto de conocerlo, mis amigos me dijeron que en su charla lo pasaron muy bien y fue interesante, por eso me dolió no haber participado o estado, porque sé que a mi también me encantaría haber estado y disfrutado de su presencia. A mí me gusta escribir, y la poesía aún más, y Raul Vacas, por lo poco que leí de sus poemas, se nota que su estilo de escribir es muy propio, original y liberal, porque él no sigue un patrón, sino que es como si dijera aquí voy a escribir yo, y como yo quiera. Es posible que eso sea lo que más me gusta de él". Iria G.



8.12.13

Felicidad clandestina

Ella era gorda, baja, pecosa y de pelo excesivamente crespo, medio amarillento. Tenía un busto enorme, mientras que todas nosotras todavía éramos chatas. Como si no fuese suficiente, por encima del pecho se llenaba de caramelos los dos bolsillos de la blusa. Pero poseía lo que a cualquier niña devoradora de historietas le habría gustado tener: un padre dueño de una librería.

No lo aprovechaba mucho. Y nosotras todavía menos: incluso para los cumpleaños, en vez de un librito barato por lo menos, nos entregaba una postal de la tienda del padre. Encima siempre era un paisaje de Recife, la ciudad donde vivíamos, con sus puentes más que vistos.

Detrás escribía con letra elaboradísima palabras como "fecha natalicio" y "recuerdos".

Pero qué talento tenía para la crueldad. Mientras haciendo barullo chupaba caramelos, toda ella era pura venganza. Cómo nos debía odiar esa niña a nosotras, que éramos imperdonablemente monas, altas, de cabello libre. Conmigo ejerció su sadismo con una serena ferocidad. En mi ansiedad por leer, yo no me daba cuenta de las humillaciones que me imponía: seguía pidiéndole prestados los libros que a ella no le interesaban.

Hasta que le llegó el día magno de empezar a infligirme una tortura china. Como al pasar, me informó que tenía Las travesuras de Naricita, de Monteiro Lobato.

Era un libro gordo, válgame Dios, era un libro para quedarse a vivir con él, para comer, para dormir con él. Y totalmente por encima de mis posibilidades. Me dijo que si al día siguiente pasaba por la casa de ella me lo prestaría.

Hasta el día siguiente, de alegría, yo estuve transformada en la misma esperanza: no vivía, flotaba lentamente en un mar suave, las olas me transportaban de un lado a otro.

Literalmente corriendo, al día siguiente fui a su casa. No vivía en un apartamento, como yo, sino en una casa. No me hizo pasar. Con la mirada fija en la mía, me dijo que le había prestado el libro a otra niña y que volviera a buscarlo al día siguiente. Boquiabierta, yo me fui despacio, pero al poco rato la esperanza había vuelto a apoderarse de mí por completo y ya caminaba por la calle a saltos, que era mi manera extraña de caminar por las calles de Recife. Esa vez no me caí: me guiaba la promesa del libro, llegaría el día siguiente, los siguientes serían después mi vida entera, me esperaba el amor por el mundo, y no me caí una sola vez.

Pero las cosas no fueron tan sencillas. El plan secreto de la hija del dueño de la librería era sereno y diabólico. Al día siguiente allí estaba yo en la puerta de su casa, con una sonrisa y el corazón palpitante. Todo para oír la tranquila respuesta: que el libro no se hallaba aún en su poder, que volviese al día siguiente. Poco me imaginaba yo que más tarde, en el curso de la vida, el drama del "día siguiente" iba a repetirse para mi corazón palpitante otras veces como aquélla.

Y así seguimos. ¿Cuánto tiempo? Yo iba a su casa todos los días, sin faltar ni uno. A veces ella decía: Pues el libro estuvo conmigo ayer por la tarde, pero como tú no has venido hasta esta mañana se lo presté a otra niña. Y yo, que era propensa a las ojeras, sentía cómo las ojeras se ahondaban bajo mis ojos sorprendidos.

Hasta que un día, cuando yo estaba en la puerta de la casa de ella oyendo silenciosa, humildemente, su negativa, apareció la madre. Debía de extrañarle la presencia muda y cotidiana de esa niña en la puerta de su casa. Nos pidió explicaciones a las dos. Hubo una confusión silenciosa, entrecortado de palabras poco aclaratorias. A la señora le resultaba cada vez más extraño el hecho de no entender. Hasta que, madre buena, entendió al fin. Se volvió hacia la hija y con enorme sorpresa exclamó: ¡Pero si ese libro no ha salido nunca de casa y tú ni siquiera querías leerlo!

Y lo peor para la mujer no era el descubrimiento de lo que pasaba. Debía de ser el horrorizado descubrimiento de la hija que tenía. Nos espiaba en silencio: la potencia de perversidad de su hija desconocida, la niña rubia de pie ante la puerta, exhausta, al viento de las calles de Recife. Fue entonces cuando, recobrándose al fin, firme y serena, le ordenó a su hija:
-Vas a prestar ahora mismo ese libro.
Y a mí:
-Y tú te quedas con el libro todo el tiempo que quieras. ¿Entendido?

Eso era más valioso que si me hubiesen regalado el libro: "el tiempo que quieras" es todo lo que una persona, grande o pequeña, puede tener la osadía de querer.

¿Cómo contar lo que siguió? Yo estaba atontada y fue así como recibí el libro en la mano. Creo que no dije nada. Cogí el libro. No, no partí saltando como siempre. Me fui caminando muy despacio. Sé que sostenía el grueso libro con las dos manos, apretándolo contra el pecho. Poco importa también cuánto tardé en llegar a casa. Tenía el pecho caliente, el corazón pensativo.

Al llegar a casa no empecé a leer. Simulaba que no lo tenía, únicamente para sentir después el sobresalto de tenerlo. Horas más tarde lo abrí, leí unas líneas maravillosas, volví a cerrarlo, me fui a pasear por la casa, lo postergué más aún yendo a comer pan con mantequilla, fingí no saber dónde había guardado el libro, lo encontraba, lo abría por unos instantes. Creaba los obstáculos más falsos para esa cosa clandestina que era la felicidad. Para mí la felicidad siempre habría de ser clandestina. Era como si yo lo presintiera. ¡Cuánto me demoré! Vivía en el aire... había en mí orgullo y pudor. Yo era una reina delicada.

A veces me sentaba en la hamaca para balancearme con el libro abierto en el regazo, sin tocarlo, en un éxtasis purísimo. No era más una niña con un libro: era una mujer con su amante.

Vía: el diario.es

13.11.13

De libros y versos: Salamanca (V)


 Camino de la Biblioteca Torrente Ballester
Al fondo, la estatua del escritor ferrolano. 
Recorrimos la exposición del libro antiguo y nos detuvimos en los paneles y las explicaciones.


 
Nos hicimos una foto de grupo con Torrente Ballester.

3.11.13

Panteones y tumbas ilustres



 Aquí os dejo una selección de los panteones y tumbas de algunos escritores españoles:
                                                                                                 
Antonio Machado (26/07/1875 - 22/02/1939)
Cementerio de Colliure (Francia)
Benito Pérez Galdós (10/05/1843 - 04/01/1920)
Cementerio de la Almudena (Madrid)
Camilo José Cela (11/05/1916 - 17/01/2002)
Iria Flavia, Padrón (A Coruña)
Don Juan Manuel (05/05/1282 - 13/06/1349)
Convento de San Pablo, Peñafiel (Valladolid)
Fernando De Rojas (1465 - 1541)
Colegiata Santa María la Mayor, Talavera de la Reina (Toledo)
Francisco de Quevedo (14/09/1580 - 08/09/1645)
Iglesia S. Andrés Apóstol en Villanueva Infantes (Ciudad Real)
Garcilaso De La Vega (1501? - 14/10/1536)
Iglesia de San Pedro Mártir (Toledo)
Gustavo Adolfo Bécquer (17/02/1836 - 22/12/1870)
Panteón Sevillanos Ilustres, Iglesia de la Anunciación (Sevilla)
Jacint Verdaguer (17/05/1845 - 10/06/1902)
Cementerio de Montjuïc en Barcelona
Jorge Guillén (18/01/1893 - 06/02/1984)
Cementerio anglicano de San Jorge (Málaga)
José de Espronceda (25/03/1808 - 23/05/1842)
Cementerio de San Justo (Madrid)
Josep Pla (08/03/1897 - 23/04/1981)
Cementerio de Llufríu (Girona)
Juan Ramón Jiménez (23/12/1881 - 29/05/1958)
Cementerio de Jesús, Moguer (Huelva)
Leandro Fdez de Moratín (10/03/1760 - 21/06/1828)
Cementerio de San Justo (Madrid)
Leopoldo Alas "Clarin" (25/04/1852 - 13/06/1901)
Cementerio de El Salvador (Oviedo)
Luis Cernuda (21/09/1902 - 05/11/1963)
Panteón Jardín de Ciudad de México
Mariano José de Larra (24/03/1809 - 13/02/1837)
Cementerio de San Justo (Madrid)
Mercè Rodoreda (10/10/1908 - 13/04/1983)
Cementerio de Romanyá de la Selva (Girona)
Miguel de Cervantes (29/09/1547 - 2/04/1616)
Convento de la Orden Trinitaria (Madrid)
Miguel de Unamuno (29/09/1864 - 31/12/1936)
Cementerio de Salamanca
Miguel Hernández (30/10/1910 - 28/03/1942)
Cementerio de Alicante
Pedro Salinas (27/11/1891 - 04/12/1951)
Cementerio del Viejo San Juan (Puerto Rico)
Pio Baroja (28/12/1872 - 30/10/1956)
Cementerio Civil de Madrid.
Rosalía De Castro (24/02/1837 - 15/07/1885)
Panteón Gallegos Ilustres, Iglesia Sto Domingo (Sgo Compostela)
San Juan De La Cruz (24/06/1542 - 14/12/1591)
Monasterio de los Padres Carmelitas de Segovia
Valle-Inclán (28/10/1866 - 05/01/1936)
Cementerio de Boisaca (Sgo Compostela)
Vicente Blasco Ibáñez (29/01/1867 - 28/01/1928)
Cementerio General de Valencia

                                                                                                                               (Vía: Biblioteca Uned)

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