Página de aula de lengua y literatura de Educación Secundaria

Los que no somos gigantes -la gran mayoría de los seres humanos- tenemos que ir supliendo nuestras carencias a base de esfuerzo y de ir ingeniándonoslas en muchos aspectos. De qué manera y en qué dirección, cada uno va supliendo sus propias carencias, eso dependerá ya del gusto y las particularidades de cada cual. Si investigaba en los ámbitos que me interesaban a mi ritmo y a mi gusto, asimilaba técnicas y conocimientos de un modo extremadamente eficaz (1)

Espero que esta carpetadelc te ayude a crear tu propio recorrido.

(1) Adaptado de De qué hablo cuando hablo de correr de Haruki MURAKAMI

29.4.20

Esta noche contigo


Que no arranquen los coches
Que se detengan todas las factorías
Que la ciudad se llene de largas noches
Y calles frías
Que se enciendan las velas
Que cierren los teatros y los hoteles
Que se queden dormidos los centinelas
En los cuarteles
Que se mojen las balas
Que se borren las fotos de las revistas
Que se coman a besos a las colegialas
A los artistas
Que se toque la gente
Que no lleguen los trenes a la frontera
Que sean cariñosas con los clientes
Las camareras
Porque voy a salir esta noche contigo
Se quedarán sin beatas las catedrales
Y seremos dos gatos al abrigo
De los portales
Que se enfaden las flores
Que vuelven las cigüeñas al calendario
Que sufran por amores los dictadores
Y los notarios
Que se muera el olvido
Que se escondan las llaves de los juzgados…

(Joaquín Sabina, Esta boca es mía)



Insomnio


Se suele asociar la poesía de Dámaso Alonso, sobre todo su poemario más conocido, Hijos de la ira, al horror de la Guerra Civil y a las penurias de la posguerra. [...] Un libro del pasado que servía para expresar lo que la gente sentía en una época pasada. Sería improbable que Dámaso Alonso escribiera ese mismo libro hoy en día. Escribiría, seguramente, una obra bastante más dura. Vivimos en un mundo mucho más deshumanizado que el del año 1944, cuando Hijos de la ira estremeció a los lectores de poesía. Vivimos (o sobrevivimos) en un infierno tibio poblado por monstruos más feroces que aquellos que aparecen en Hijos de la ira, y a los alumnos que contemplan aburridos la foto en blanco y negro de Dámaso Alonso habría que ponerlos sobre aviso.

Leed Insomnio, el poema total que abarca una sola página, leed la pregunta del maestro: «Por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo»; y pensad lo siguiente: más de 70 años después somos siete u ocho mil millones los habitantes de esta esfera, de los cuales casi mil millones (según el informe Global Monitoring Report) viven en condición de extrema pobreza o, lo que es lo mismo, son poco menos que cadáveres que respiran. Ya no es una metáfora, ahora es real. ¿No sois la generación del multitasking? Pues leed El último Caín con un ojo puesto en el vídeo de Youtube del ataque con gas sarín en Siria de abril de 2017; desmenuzad Mujer con alcuza frente a las imágenes de las colas de refugiados que no saben hacia qué se acercan, pero sí de lo que intentan alejarse.

Al leer Hijos de la ira uno tiene la sensación de que Dámaso Alonso no pudo más y reventó. Lo que pocos anticipaban es que después reventaría el mundo. «Yo soy el orujo exprimido en el año de la mala cosecha», dice el poeta. ¿Pero cuáles han sido los años de buena cosecha? El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) estima que la mitad de la fauna del mundo ha desaparecido desde 1970. La mitad. («Nunca más, nunca más, / nunca más. / Pero, tú, ¿por qué tiemblas? / Los huesos no se yerguen: calladamente acusan»). El cambio climático, impensable a mediados del siglo pasado, parece una broma pesada que algún dios menor le ha gastado a los existencialistas. Tomad, dos tazas. Y luego dos más. («Hombre, / cárabo de tu angustia, / agüero de tus días / estériles, ¿qué aúllas, can, qué gimes? / ¿Se te ha perdido el amo? / No: se ha muerto»).

[...] los nuevos tiempos (que no son más que los viejos tiempos con nuevas amenazas) obligan a invocar la poesía, hoy más que nunca, para acabar con los supervillanos que dominan el discurso e inoculan las mentes con palabras pobres y ponzoñosas. Ha llegado el momento de centrarse en los jóvenes, de que los nietos y los bisnietos de la ira lean a un poeta que habla de lo que está ocurriendo ahora, que cuenta lo que ocurrirá mañana si no hacemos algo para evitar empeorar las cosas, su nombre es Dámaso Alonso, nació hace ya mucho tiempo y no ha muerto todavía.

(Ben Clark, “Los nietos y bisnietos de la ira”)
Fuente: https://lab.elmundo.es/generacion-del-27/damaso-alonso.html (27/04/2020) 

'INSOMNIO'
Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelco y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro,
y paso largas horas oyendo gemir el huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna.
Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo.
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, las tristes azucenas letales de tus noches?

En la voz del poeta (Dámaso Alonso, Hijos de la Ira)

Para saber más de Dámaso Alonso y La Generacióndel 27



Clases online


Quedarnos sin clases nos pilló a todos de sorpresa. Recuerdo estar repasando un examen que tenía al día siguiente cuando el grupo de clase de WhatsApp empezó a ser bombardeado con mensajes donde mis compañeros hablaban sobre lo que acababa de salir en las noticias, iban a suspender las clases dos semanas.

Tanto yo como mis compañeros nos quedamos a cuadros ¿Dos semanas sin ir a clase? Un estrés generalizado hizo que no pudiese ya concentrarme muchas preguntas nos rondaron por la cabeza ¿y la EVAU, la prueba de acceso a la universidad? ¿Y las recuperaciones? ¿Los globales?

Segundo de bachillerato es un año en el que se trabaja muy duro, pasamos horas y horas trabajando, tanto en el colegio como en casa y en bibliotecas. El hecho de estar en esta situación ha creado un inmenso agobio en nosotros, resulta casi imposible imaginar que todos los alumnos de segundo de bachillerato vayan a realizar la EVAU estudiando desde casa.

El poder salir a evadirnos con nuestros amigos, hacer deporte o dar un paseo era lo que verdaderamente nos ayudaba a dar un respiro y olvidarnos por unas horas del estudio. Estamos encerrados con toda nuestra familia (lo que tampoco facilita el ambiente de estudio ya que en mi caso mis padres están en llamadas de trabajo y mi hermana pequeña quejándose).

Mi padre tuvo la covid-19 y pasó dos semanas aislado en mi cuarto, tuve que buscar otro sitio para estudiar lo que era casi imposible al ser tres hermanas y tener además que ayudar a colaborar con las tareas de casa y cuidar de la más pequeña (6 años) mientras mi madre trabajaba. Situaciones como la mía hay muchas y peores, cada uno tiene distintos inconvenientes en casa que les dejan o no llevar un modo de estudio efectivo.

En cuanto a las clases online hay un problema. La técnica de enseñar a través de una pantalla debería ser perfeccionada. No se acerca a lo que sería una clase donde pudiésemos tener la cercanía del profesor y donde sería más fácil adaptarse a las dificultades y el ritmo de los estudiantes.

Cada día recibimos noticias distintas y contradictorias, estamos hechos un lío: no sabemos bien ni qué estudiar ni qué va a pasar. Nada está claro, realizamos los trabajos y tareas que nos mandan, pero sin saber bien con qué fin. Pienso que no llegaremos a estar lo suficientemente preparados para realizar una prueba como la EVAU.

Para rematar nos quedaremos sin el viaje de fin de curso que llevábamos un año planeando, pero, ¿qué le vamos a hacer? Sabemos que la situación es más grave que un simple viaje y que hay cosas mucho más importantes que esto, tenemos la madurez suficiente para entenderlo. Como todo en la vida es un aprendizaje y tendremos que aprender a sacar lo mejor de cada situación.

Sofía Thys es una estudiante de Segundo de Bachillerato de Madrid y tiene 17 años. Este relato pertenece a la serie La Experiencia Personal, que El País Madrid publica a diario durante el estado de alarma por coronavirus.

Esta y otras experiencias de la situación de pandemia que vivimos puedes encontrarlas aquí.

14.4.20

Teatro en casa


 



Ya que no podemos ir al teatro, el teatro entra en nuestras casas. La compañía teatral LaJoven, en las circunstancias que vivimos, suma su grano de arena y acerca el teatro a las casas y a la enseñanza a distancia. Para ello comparte grabaciones de algunas de sus puestas en escena en su canal de YouTube. La edad de la ira, un retrato de la juventud actual de Nando López. PLAYOFF, de Marta Buchaca, una tragicomedia que reflexiona sobre el papel de la mujer y del deporte femenino en una sociedad que todavía manifiesta un machismo feroz en muchos ámbitos. Hey Boy Hey Girl, de Jordi Casanovas, remix de Romeo y Julieta de W. Shakespeare, en la que ante los récords de audiencia conseguidos por la primera edición de un reality show de la televisión, la cadena decide separar a sus jóvenes protagonistas en dos casas, en dos grupos, en dos bandas distintas y lo que pretendían que fuera un nuevo éxito, una sucesión de escenas en las discotecas de verano y momentos de confrontación entre canis y chonis, se convierte, ante los ojos perplejos del espectador, en una auténtica tragedia. La versión de Juan Mayorga de Fuente Ovejuna de Lope de Vega. En la Fundación, de Inma Correa a partir del texto original de Antonio Buero Vallejo. Federico hacia Lorca, a partir de textos de Federico García Lorca con dirección de Miguel del Arco, un acercamiento al Lorca joven, vivo y también al Lorca amigo, al excesivo, al viajero, al amante de la piel y de las palabras desde su llegada a Madrid hasta la última mirada a la bala que lo atravesó y Fortunata y Benito, un homenaje de Laila Ripoll a los personajes femeninos en el centenario de Galdós en el Madrid del siglo XIX, quizás no tan lejano. Entre los colaboradores de esta compañía encontramos nombres relevantes de la dramaturgia actual: Guillem Clua | Marta Buchaca | Jordi Casanovas | Laila Ripoll | Nando López | QY Bazo | Juan Mayorga | Simon Stephens | Bryony Lavery | José Luis Collado | Alberto Conejero | Lola Blasco | Ernesto Caballero |Yolanda García Serrano | María Velasco | Denise Despeyroux | Yolanda Dorado | Juana Escabias | Lucía Carballal | Irma Correa | Juan Pablo Heras | Borja Ortiz de Gondra | Eva Redondo | José Sanchis Sinisterra | Paco Zarzoso | José Padilla.

Cada grabación se acompaña de una guía que nos aproxima a la puesta en escena.

13.4.20

Voces desde la ciudad sitiada




En estas piezas audiovisuales Voces desde la ciudad sitiada, difundidas cada dos días en las redes sociales por la editorial segoviana La Uña Rota, encontramos otra perspectiva de la literatura, en la que dramaturgos, poetas, ilustradores y traductores comparten fragmentos de su obra y de su intimidad desde la ventana de su casa. Todas estas voces están agrupadas en voces.ineditas.es, una página creada en la que se incluyen los vídeos que han ido publicándose como parte del proyecto. Un fragmento, un pequeño texto de sus últimas obras en el que la voz es la protagonista. Angélica Liddell, Juan Mayorga, Luz Pichel, Shaday Larios, Carlos Bueno, Celeste González, Ángela Segovia, Pablo Remón, El Conde de Torrefiel, son algunos de los protagonistas de estos fragmentos.


https://www.youtube.com/playlist?list=PLdUVTIrUwLlCYRd1MLu_G2h1Mc6Czi_fM

Covid Art(e)


Aunque los museos están cerrados, podemos disfrutar de muchas de sus actividades en la red. Uno muy especial es el Covid Art Museum.  Una galería virtual de arte, muy diverso (fotografía, pintura, dibujo, animaciones, vídeo, etc.) sobre el coronavirus y que podemos encontrar en Instagram con la etiqueta #CovidArtMuseum.

(vía: Eitb.eus)

El poder de la palabra y el sentido de la enseñanza


En palabras del profesor Nuccio Ordine (Calabria, 1958), profesor, filósofo y uno de los mayores conocedores del Renacimiento y del pensamiento de Giordano Bruno. Autor, entre otros libros, de La utilidad de lo inútil y Clásicos para la vida. Una pequeña biblioteca ideal:

Sobre la enseñanza:

[...] No dudo de que la crisis actual, que ha puesto al servicio de los profesores la enseñanza telemática, despierta tentaciones cuyo cumplimiento devaluaría el espíritu de la educación. Además, no tenemos suficientes profesores, no hay suficiente financiación, no se presta atención a la escuela. El neoliberalismo ha mirado para otro lado cuando ha tenido que ocuparse de los dos pilares de la dignidad.

En los recortes salvajes que dañaron a los hospitales, donde no hay sitio ni medios para las urgencias. Invertir en sanidad e instrucción da un impulso económico enorme a los países. Miremos a Estados Unidos: qué hace la gente para sobrevivir donde la sanidad privada es prácticamente el único recurso, donde un test cuesta más de 2.000 dólares, de modo que serán los ricos los únicos que se sientan seguros y millones de pobres contagiados no podrán ser curados porque no tendrán asistencia sanitaria.

[...] Hay un conflicto entre las razones económicas y las razones de la vida. Produce horror el discurso de Boris Johnson, el premier inglés. Dijo al principio que el virus provocaría muchas muertes y al fin la población se quedaría inmunizada… ¡Una selección natural darwiniana! ¡Los débiles se mueren y los fuertes sobreviven! La idea de Johnson era la de la inmunidad del rebaño, rebatida desde la ciencia. Una selección de la raza. Como el nazismo.

[...] Si queremos dar un giro y atesorar lo aprendido no debemos olvidar los males que de antiguo afligen a la humanidad. La lucha es entre la memoria y el olvido. Y para ello nos sirve la literatura, que tiene una función profética y nos enseña sobre el pasado. Se lee a Boccaccio, a Saramago, a Camus, sobre las epidemias. Leyéndolos entiendes el miedo, la soledad, la impotencia ante un enemigo invisible, el tema del chivo expiatorio, el sufrimiento, la pérdida de la libertad, la ciudad fantasma

[...] Cuando las escuelas y las universidades están cerradas, cuando la relación con los estudiantes se desmorona, no tenemos más elección que utilizar los medios, las clases a distancia, para mantenerla viva la relación con nuestros estudiantes. Pero atisbo un peligro: debemos estar presentes y luchar, hacer que se oiga nuestra voz. Algunos rectores de universidades están diciendo que esta no es la crisis, sino el futuro de la educación. La auténtica lección es la que se da en las aulas, la experiencia humana que tenemos los profesores y los estudiantes juntos. Un ordenador nunca cambiará la vida de un estudiante, pero la palabra de un profesor puede cambiar la vida de un muchacho. [...]




Sobre el papel del profesorado:

La tarea principal del profesor debería ser estudiar y enseñar. Pero hoy se dedican a participar en reuniones, rellenar formularios y pasar la jornada discutiendo de cosas estúpidas, carecen de tiempo para estudiar y enseñar. Si los profesores no enseñan con pasión y se convierten en burócratas estamos destruyendo el futuro de la humanidad. Los jóvenes tienen una pequeña llama en su corazón y si no la alimentamos mediante la cultura se inflamará por cosas negativas como el racismo o el antisemitismo, que van en aumento. Un profesor que no prepara sus clases comete un crimen, mata esa pequeña llama que está en el corazón de cada joven. Como dice George Steiner, una enseñanza de mala calidad es, casi literalmente, un asesinato. Al contrario de lo que se piensa hoy, la buena escuela no la hacen los ordenadores, las tabletas o las pizarras digitales, sino exclusivamente los buenos profesores. Cuando Camus ganó el Nobel pensó en dos personas, su madre y su profesor, porque este le cambió la vida. Si la escuela no cambia la vida de los estudiantes fracasa en su misión. Cambiar su vida significa que se conviertan en ciudadanos que razonan de forma autónoma, capaces de decir no, herejes en el sentido etimológico, alguien que no acepta el dogma y el pensamiento único. Ahora los dogmas son el consumismo, el conformismo y el utilitarismo.



Sobre el papel de la escuela:

[Hoy] todo está dirigido al mercado. El mercado es la estrella polar que orienta todas las leyes, las reformas. Es una locura terrible.

Porque el origen etimológico de la palabra escuela es σχολή (scholé), hacer una cosa que no es útil. Es el tiempo del hombre libre, que no tiene que ver con el negocio, con los beneficios. No se estudia para la productividad sino para el espíritu. Hoy la escuela es una plataforma de formar a los jóvenes para que sean consumistas, para que quieran siempre más, lo último.

[Esta adicción tiene el efecto de normalizarlos, porque todos quieren tener lo que quieren y tienen los demás.] Exacto. Y el trabajo de la escuela es precisamente el contrario, es formar a los jóvenes para que sean heréticos. Y la raíz de la herejía es el latín hereticus, que significa opción. El herético es la persona que puede elegir, que es capaz de no aceptar el dogma. La que puede pensar algo distinto de lo que piensan los demás. El herético es el que vive siempre fuera del pensamiento único.

[...] Y el problema no es el medio, es la relación con el medio. Si el medio se pone al servicio de los estudiantes, entonces es bueno. Pero cuando son los estudiantes los que se ponen al servicio del medio, entonces no es bueno. Es una droga, una adicción. Cuando les pido a mis estudiantes que apaguen sus móviles, los chicos se quedan blancos. Porque hay una idea de que sin conexión no existes. Y luego está Facebook y la banalización de las relaciones humanas. La amistad como un click. Yo digo que si a los 90 años tienes tres amigos, eres un hombre afortunado.

[...] si los lugares [la universidad y por extensión la escuela] que tienen que luchar contra estas cosas son los que favorecen estas cosas, no hay salvación posible. Las universidades deben ser lugares de resistencia. Por eso creo que la idea globalizada de la escuela conectada, de las tablets en lugar de libros, es una locura. La buena escuela la hacen solo los buenos profesores. Solo un buen profesor puede cambiar la vida de los estudiantes. [...]



Menos postureo, más coraje y conocimiento


Por primera vez desde que tenemos memoria las voces que prevalecen en la vida pública española son las de personas que saben; por primera vez asistimos a la abierta celebración del conocimiento y de la experiencia, y al protagonismo merecido y hasta ahora inédito de esos profesionales de campos diversos cuya mezcla de máxima cualificación y de coraje civil sostiene siempre el mecanismo complicado de la entera vida social. En los programas de televisión donde hasta hace nada reinaban en exclusiva charlistas especializados en opinar sobre cualquier cosa en cualquier momento, ahora aparecen médicos de familia, epidemiólogos, funcionarios públicos que se enfrentan a diario a una enfermedad que lo ha trastocado todo y que en cualquier momento puede atacarlos a ellos mismos. Cada tarde, a las ocho, sobre las calles vacías, estalla como una tormenta súbita un aplauso dirigido no a demagogos embusteros sino a los trabajadores de la sanidad, que hasta ayer mismo cumplían su tarea acosados por los continuos recortes, la falta de medios, el desdén a veces agresivo de usuarios caprichosos o quejicas. [...]

La realidad nos ha forzado a situarnos en el terreno hasta ahora muy descuidado de los hechos: los hechos que se pueden y se deben comprobar y confirmar, para no confundirlos con delirios o mentiras; los fenómenos que pueden ser medidos cuantitativamente, con el máximo grado de precisión posible. Nos habíamos acostumbrado a vivir en la niebla de la opinión, de la diatriba sobre palabras, del descrédito de lo concreto y comprobable, incluso del abierto desdén hacia el conocimiento. El espacio público y compartido de lo real había desaparecido en un torbellino de burbujas privadas, dentro de las cuales cada uno, con la ayuda de una pantalla de móvil, elaboraba su propia realidad a medida, su propio universo cuyo protagonista y cuyo centro era él mismo, ella misma.

[...] entre nosotros la experiencia había perdido cualquier valor y todo su prestigio, y el conocimiento provocaba recelo y hasta burla. Cuando todo ha de parecer ostentosamente joven y asociado a la última novedad tecnológica, la experiencia no sirve para nada, y hasta se convierte en una desventaja para quien la posee; cuando alguien cree que puede vivir instalado en la burbuja de su narcisismo [...], el conocimiento es una sustancia maleable que adquiere la forma que uno desee darle [...].

Ni la izquierda ni la derecha tienen el menor reparo en sustituir el conocimiento histórico por fábulas patrióticas o leyendas retrospectivas de victimismo y emancipación.

Curiosamente, en España, la izquierda y la derecha se han puesto siempre de acuerdo en echar a un lado o arrinconar a las personas dotadas de conocimiento y experiencia en el ámbito público, y someterlas al control de pseudoexpertos y enchufados. Maestros y profesores de instituto llevan décadas sometidos al flagelo de psicopedagogos y de comisarios políticos; los médicos y los enfermeros en la sanidad pública se han visto sometidos al capricho y a la inexperiencia de presuntos expertos en gestión o en recursos humanos cuyo único talento es el de medrar en la maraña de los cargos políticos.

Nos ha hecho falta una calamidad como la que ahora estamos sufriendo para descubrir de golpe el valor, la urgencia, la importancia suprema del conocimiento sólido y preciso, para esforzarnos en separar los hechos de los bulos y de la fantasmagoría y distinguir con nitidez inmediata las voces de las personas que saben de verdad, las que merecen nuestra admiración y nuestra gratitud por su heroísmo de servidores públicos. Ahora nos da algo de vergüenza habernos acostumbrado o resignado durante tanto tiempo al descrédito del saber, a la celebración de la impostura y la ignorancia.


Pensar y caminar


[...] En su apartamento, don Emilio habla y camina con el teléfono en la mano. Siempre ha habido una relación estrecha entre pensar y caminar. A los seguidores de Aristóteles, explica Lledó, les llamaban peripatéticos, en griego “los que pasean”. Para Kant su metódica caminata diaria fue indispensable para su quehacer intelectual. El filósofo español siempre ha sido un andariego y sus alumnos recuerdan que era un maestro que en clase prefería dialogar de pie.

[...] Ojalá que pase algo positivo. La esperanza, hijo, es que nos reinventemos para mejor, que maduremos como sociedad. Aunque no quisiera decir que seamos mejores, no me gusta ser moralista. Prefiero decir, simplemente, que seamos algo más, que después de esta crisis del virus intentemos reflexionar con una nueva luz, como si estuviéramos saliendo de la caverna de la que hablaba el mito de Platón, en la que los hombres permanecen prisioneros de la oscuridad y las sombras. Quisiera que sea así, como te digo, pero me preocupa que esto sirva en cambio para ocultar otras pandemias gravísimas, plagas como el deterioro de la educación, de la cultura y del conocimiento.

[...] Más que nunca, es fundamental. El esfuerzo que están haciendo los hospitales es un ejemplo. En la Política de Aristóteles ya se decía que la ciudad, la polis en la antigua Grecia, tiene que tener un solo fin, el bien común. Sucede con la sanidad y con la educación, que desde mi punto de vista tiene que ser una y la misma para todos, y no debe estar marcada por clases económicas. Es clave cultivar la inteligencia crítica, y una situación como esta lo revela. Entre tanto exceso de información, de palabras refritas, y peor, entre tanta desinformación, el ciudadano debe ser capaz de plantearse las preguntas propias de una mente libre: quién nos dice la verdad, quién nos engaña, quién quiere manipularnos.

[...] debemos estar alerta para que nadie se aproveche de lo vírico para seguir manteniéndonos en la oscuridad y extender más la indecencia. Sobrecoge ver el poder que tienen sobre nosotros ciertas personas disparatadas, pues un imbécil con poder es algo terrible. Deseo de verdad que esto nos sirva para algo como sociedad. Que propicie un nuevo encuentro con los otros en la polis, en la vida en común.



Carpe diem

El poeta romano Horacio, que nació en el 65 antes de Cristo y vivió 56 años, escribió un verso memorable que decía así: “Carpe diem, quam minimun credula postero”. Su traducción es esta: “Coge el día, confía lo mínimo en el futuro”. Este verso influyó de una manera abrumadora en la literatura posterior, desde Petrarca, Dante, Garcilaso, Cervantes, hasta Byron, Whitman, Hemingway o Kavafis.

El “carpe diem” se convirtió en un símbolo urgente del vitalismo. Pienso en Horacio porque ahora nos ha sido hurtado el presente y se nos convoca, desde nuestros encierros, a la espera de un futuro que se aleja dos semanas más en cada comparecencia de quienes nos gobiernan. El coronavirus está pulverizando a Horacio y a toda una tradición literaria que amaba la vida. Si el “carpe diem” triunfó en todo el mundo (El club de los poetas muertos) era porque recordaba que la vida es un acto presente.

El gran novelista J. G. Ballard le dio otra vuelta moral y dijo que el pasado no existe, con lo cual venía a decir que el futuro tampoco existe. Otra manera de darle la razón a Horacio. Hasta hace tres semanas, con la llegada del confinamiento domiciliario de millones de seres humanos, nadie en la historia de la civilización occidental ni desde la filosofía, ni desde el arte, ni desde la literatura, había osado desdecir a Horacio. Si algo hemos sido todos en esta vida es horacianos. Toda la poesía española es horaciana. Horacianos fueron Góngora, Cernuda, Gil de Biedma, y un largo etcétera, que llega hasta nuestros días, en poetas como González Iglesias o Aurora Luque. Si amas la vida, tienes que serlo. Solo el catolicismo, y ahora el confinamiento, retrasaban la urgencia de vivir la vida en su presente más real, sólido y necesario. Confinamiento y cristianismo se dan la mano en eso: nos prometen un futuro de liberación, que no llega.

¿Estoy exagerando? Claro que sí, y eso espero, pero lo hago para que la gente que está confinada no olvide que su renuncia al presente es renuncia a la grandeza de la vida y que lo que no está viviendo hoy se perderá para siempre. Las guerras fueron infinitamente peores que el confinamiento, pero eran horacianas. Las guerras aún intensificaban más el “carpe diem”. Si podías morir en cualquier momento, la entrega a las pasiones era ciega y absoluta. Qué raro enemigo le ha salido a Horacio con el coronavirus. Tendremos que convertir nuestros pisos en mansiones de orgías y vida inventada. Un mundo sin Horacio es un mundo muerto. El aplazamiento de la vida a un futuro mejor recuerda al totalitarismo. Hay que salvar a Horacio de esta horrible peste que niega el mayor don de los seres humanos: el gozo del tiempo presente.

(Manuel Vilas, “Horacio”, El País, 07/04/2020)

Los versos de Horacio (vía trianarts.com):

Carminum I, 11
No pretendas saber, pues no está permitido,
el fin que a ti y a mi, Leucónoe,
nos tienen asignados los dioses,
ni consultes los números Babilónicos.
Mejor será aceptar lo que venga,
ya sean muchos los inviernos que Júpiter
te conceda, o sea éste el último,
el que ahora hace que el mar Tirreno
rompa contra los opuestos escollos.
Sé prudente, filtra el vino
y adapta al breve espacio de tu vida
una esperanza larga.
Mientras hablamos, huye el tiempo envidioso.
Vive el día de hoy. Captúralo.
No te fíes del incierto mañana.
Horacio

Texto en latín:
Tu ne quaesieris (scire nefas) quem mihi, quem tibi
finem di dederint, Leuconoe, nec Babylonios
temptaris numeros.
Vt melius, quidquid erit, pati!
seu pluris hiemes, seu tribuit Iuppiter ultimam,
quae nunc oppositis debilitat pumicibus mare
Tyrrhenum: sapias, uina liques et spatio breui
spem longam reseces.
Dum loquimur, fugerit inuida
aetas:
carpe diem, quam minimum credula postero.


Enseñanza presencial / Enseñanza telemática



Nuestra civilización se ha construido sobre la distancia, pero su imaginario echa de menos la cercanía; la sociedad moderna incrementa la diferencia, al mismo tiempo que añora la similitud. Hay instituciones que nos alejan de los nuestros, como la escuela, la ciudad, el comercio y la globalización, pero también hay familia, amigos, afecto y entorno inmediato. [...] El confinamiento será una prueba de resistencia también para la familia y nuestro equilibrio psicológico. Acostumbrados como estábamos a pensar que lo que mata es la distancia, el interrogante que se nos plantea ahora es si seremos capaces de sobrevivir a tanta proximidad. ¿Cómo podremos lidiar con una cercanía cuya evasión es una de las grandes posibilidades que nos ofrece la sociedad contemporánea? [...] La convivencia continua entre cuatro paredes no necesariamente nos acerca más a los seres humanos. Desde China se nos informa que el confinamiento hizo que creciera la violencia doméstica. Para las mujeres amenazadas desaparece aquella posibilidad de una distancia que es su última protección. El lockdown perjudica más a unos niños que a otros y agudiza las desventajas de la desigualdad, en función del espacio, los libros y los ordenadores disponibles. Para aquellos niños y niñas en cuya casa hay penuria económica o violencia, la escuela es una salvación, allí donde reciben comida, estabilidad y protección. El encierro en casa les priva de esa seguridad.

Hablamos mucho de lo que aprenderemos tras esta crisis. Cuando todo el mundo dice que vamos a revalorizar la familia o el espacio de la intimidad, yo me atrevería a presagiar lo contrario: que vamos a volver a apreciar la distancia. No sabemos (y tal vez lo descubramos ahora) hasta qué punto una sociedad como la nuestra se enriquece del hecho de que no vivamos en círculos sociales estrechos. La escuela es la primera institución que permite que los contactos sociales no se reduzcan a la propia familia, la institución que nos distancia de nuestro espacio de redundancia y nos abre a experiencias de diversidad y contraste, el lugar donde se aprende a sobrellevar la indiferencia y gestionar los primeros conflictos. Pese a los elogios que recibe ahora la enseñanza telemática, tal vez empecemos a echar de menos la igualdad de la escuela presencial, con idéntico pupitre y la misma conexión a Internet, donde se mitiga la brecha digital. Una función similar ha supuesto para las mujeres el acceso al mercado laboral: les ha permitido emanciparse de la dedicación exclusiva a lo doméstico. Desde la escuela hasta el mercado, hay en la sociedad moderna un conjunto de instituciones que nos han dotado de una libertad que hubiera sido imposible en el círculo familiar o en la sociedad tribal que no era más que un conjunto de familias.

[...] Uno de los aprendizajes de la crisis habría de ser lo mucho que le debemos a esa sociedad diferenciada, que tan mala prensa tiene como lugar de estrés e indiferencia. Me atrevo a asegurar que todos, hasta los del veto parental (que piensan en la escuela como una mera prolongación de la familia), acabaremos echando de menos la escuela, la indiferencia de la vida humana y la frialdad de los mercados.


“Se está poniendo de manifiesto el valor de las instituciones de la distancia. Para muchos niños y niñas la escuela es el lugar donde hay una comida segura, los mismos pupitres, la misma conectividad a internet y gente diferente. La escuela presencial iguala más que la enseñanza online, donde se reproducen con más facilidad las desigualdades. Mi conclusión es que viva lo que no es la familia, vivan las instituciones y la sociedad del conflicto, viva la indiferencia social como un modo de oxigenarte y de vivir”.