Página de aula de lengua y literatura de Educación Secundaria

Los que no somos gigantes -la gran mayoría de los seres humanos- tenemos que ir supliendo nuestras carencias a base de esfuerzo y de ir ingeniándonoslas en muchos aspectos. De qué manera y en qué dirección, cada uno va supliendo sus propias carencias, eso dependerá ya del gusto y las particularidades de cada cual. Si investigaba en los ámbitos que me interesaban a mi ritmo y a mi gusto, asimilaba técnicas y conocimientos de un modo extremadamente eficaz (1)

Espero que esta carpetadelc te ayude a crear tu propio recorrido.

(1) Adaptado de De qué hablo cuando hablo de correr de Haruki MURAKAMI

14.5.20

La educación tras la pandemia

El impacto del coronavirus en la educación está siendo enorme. Los ecos y las primeras preocupaciones han sido, lógicamente, sobre el modo de atender lo inmediato: cuándo se retomarán las clases, cómo remediar los efectos de este parón, de qué forma cerrar el presente curso y cómo acceder al siguiente. Todo ello sometido aún al temor de posibles contagios.

Es natural que esas sean las prioridades, como lo es tranquilizar respecto al riesgo de pérdida de curso. Encuéntrense, pues, soluciones y medidas ajustadas a esta insólita circunstancia.

Sin embargo, hay un más allá bastante próximo. Pensemos que tras el verano empieza el nuevo curso. ¿Cómo se va a plantear? ¿Aplicando el patrón normal, con algún refuerzo o repaso que sea una manera de retomar esa normalidad anterior? Bueno, no es poco. Pero no debería bastar, sería deseable hacer más…

El impacto sobre la vida de las gentes va a ser de los que, desgraciadamente, marcan época. Y la educación no es, no debería ser, solamente una atención de los menores y una mera adquisición de más o menos conocimientos. Debiera aspirar a dar una formación integral a los jóvenes, y este episodio es una obligada lección. Debiera plantearse la pregunta de qué debemos hacer a los protagonistas, profesores, por supuesto, para que la trasladen también a los alumnos ante esta situación. Y derivar una visión, como primera respuesta, de que allí, en la escuela, no solo hay algo que hacer, sino algo importante, y probablemente que no es solo reemprender las tareas como si aquí no hubiera pasado nada. Habrá que hacer más y mejor. Y darle forma. Y, sobre todo, ilusionarse e ilusionar con ello, con la tarea a realizar, que no es solo contribuir a la restauración, que no es otra que comprometernos a hacerlo mejor.

Para ello no se debiera confundir lo urgente y necesario con lo esencial e irrenunciable. En ese sentido quizás no esté de más hacer un recordatorio y una reflexión.

El recordatorio es que la educación no puede, no debe, renunciar al binomio equidad y calidad. Sin equidad estamos ante un sistema elitista, y sin calidad nos deslizamos por el riesgo de la mediocridad, lejos desde luego de las necesidades formativas de un mundo —y de un momento, este— particularmente exigentes. Un buen planteamiento y un aceptable desempeño de esta ecuación es lo que nos acercaría a los niveles de excelencia a los que el sistema debe aspirar.

La reflexión tiene que ver con la excelencia. Inevitablemente en resultados, que se plantean para todos, pues todos están escolarizados y todos deben ser motivados para que lleguen o se acerquen a ella. Pero la individualidad, cada alumno, que al final es el receptor y principal factor de su formación, influye y establece diferencias. Hay que recuperar a los que se rezagan, y eso implica una atención específica y una organización adecuada del modo de enfrentarla. La atención a las diferencias engloba también los talentos específicos que hay que cultivar. No se les puede olvidar ni desatender, por el respeto que merecen esos alumnos, por el bien de la sociedad que se beneficiará de sus logros futuros.

No, el igualitarismo es una visión tan inaceptable como el elitismo. La educación tiene el reto, técnico y ético, no lo olvidemos, de manejar la complejidad: no dejar a nadie descolgado y, a la vez, alcanzar niveles de calidad y atender la creación de talento diferenciado.
¿Estaremos tras la pandemia con ilusión y fuerzas para abordar este desafío? ¿Habrá demanda social, iniciativas docentes, impulso político? Los necesitamos.

(Emiliano Martínez, vicepresidente de la Fundación Santillana)

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