Percibo todos los días que algo no funciona bien en mi amor a los libros. No funciona bien la literatura en mi cabeza ni tampoco lo hace el cine. Veo buenas películas, pero algo falla, algo se ha roto. Y lo más paradójico es que me alegro muchísimo de que mi amor a los libros se hunda. La literatura, el cine, el arte funcionan como preámbulo de la vida. Que haya notado el descalabro de la literatura en mi interior significa que amo más la vida que los libros, cosa que me alegra.
La literatura no funciona en mi cabeza en estos momentos porque la vida ha dejado de existir. Uno lee libros para poner en práctica lo leído a través de la vida. No se ha movido ni un ápice la teoría aristotélica que afirma que la literatura es una imitación de la vida. Muy jovencito me aprendí el célebre poema Pandémica y celeste, de Jaime Gil de Biedma, para hacerme el interesante con las chicas, es decir, para devolverle, restituirle a la vida ese poema. Y así con todos los libros que iba leyendo. Los leía, y luego los reintegraba a la vida. Pero ahora no hay vida a quien retornar y rendir la literatura. Si Walt Whitman me exaltaba, yo reembolsaba esa exaltación a la vida. Si leía a Baudelaire, era para ser un dandi como él. Si con Cervantes y Kafka viajaba al abismo de la imaginación, era para luego tener un mapa que me permitiera navegar el abismo de la realidad. Seguimos leyendo porque pensamos que la covid-19 acabará. Que terminará esta Edad Media con Internet, que es lo que tenemos ahora. Si no llegara la vacuna, si esto no terminara nunca, la literatura se desmoronaría.
Tendríamos que preguntarle a Aristóteles qué puede hacer la literatura cuando no hay vida a la que imitar.El deber de un escritor hoy es recordar que hemos perdido la libertad. Bien poca gracia me hace cantar el Resistiré del Dúo Dinámico y pensar que estoy viviendo una aventura épica, porque lo que en verdad estoy viviendo es un delirio de subdesarrollo político, sanitario y económico. Por cierto, podrían haber elegido otra canción. Por ejemplo: Lucha de gigantes, de Antonio Vega, que es hermosísima. El mundo es mucho peor que ayer. Ni siquiera tenemos palabras para decir lo que estamos viviendo. Se han inventado esa palabra eufemística que no sale en el diccionario: desescalada.
Al menos, he hecho un descubrimiento: es mejor leer el Quijote empezando por la segunda parte, y después leer la primera. Que por qué llevo tan mal el confinamiento. Pues por la misma razón que lo llevaría mal Don Quijote, que leyó literatura para llevar los libros a la vida, para convertir la vida en arte. Imaginadlo confinado. Don Quijote es el gran lector de libros y los leyó para embellecer la vida.