Página de aula de lengua y literatura de Educación Secundaria

Los que no somos gigantes -la gran mayoría de los seres humanos- tenemos que ir supliendo nuestras carencias a base de esfuerzo y de ir ingeniándonoslas en muchos aspectos. De qué manera y en qué dirección, cada uno va supliendo sus propias carencias, eso dependerá ya del gusto y las particularidades de cada cual. Si investigaba en los ámbitos que me interesaban a mi ritmo y a mi gusto, asimilaba técnicas y conocimientos de un modo extremadamente eficaz (1)

Espero que esta carpetadelc te ayude a crear tu propio recorrido.

(1) Adaptado de De qué hablo cuando hablo de correr de Haruki MURAKAMI

11.12.15

Cuento de Nochebuena



             Esta Nochebuena no comeré pavo trufado, ni angulas en aceite ni besugo. Este año mi paladar y mi corazón tendrán un sabor agrio. Y no pondré bombillas en el árbol de papel. Y no le escribiré a los Reyes Magos ni comeré turrón con uvas pasas. Escribiré una historia navideña de las que no aparecen en la tele o en la radio o los periódicos. Le hablaré de los que sufren el mester de la tristeza y el olvido, de los que nada tienen en sus bolsos y los que no entendieron nunca el circo navideño.
           Describiré sobre el papel el ruido y la violencia de los corazones. Recordaré cuanto invertí el año pasado en crismas y mensajes y teléfono y regalos. Les contaré que yo también me sumaré a los que se callan y suspiran cuando les felicitan estos días. Y aguardaré encogido en la esperanza, con la palabra Paz entre los labios, cambiándole las pilas a los sueños.

            Estas Navidades no brindaré con cava, ni cantaré oxidados villancicos. No limpiaré la estrella del belén mientras la tele y nuestros ojos se salpiquen de dolor e incertidumbre. De preguntas sin respuestas. No voy a descorchar la risa y la alegría si no hay motivos suficientes para creer en el futuro.

            Este año me envolveré en mi soledad como un mendigo en su cartón y su tristeza. No soñaré en abierto, no haré balance de estos meses que ahora se consumen. No compraré mentiras, ni haré bromas a los inocentes.

           Buscaré entre mis huesos una luz no artificial, me enjuagaré los labios con la nieve que sobró de enero y que guardé, durante un año, en el cajón de la mesilla, la llamaré a su móvil otra vez para pedirle un beso de turrón que aún me haga creer en el amor y cambiaré la luna por mi almohada.

           Hoy volveré de nuevo a su portal para ofrecerle todo lo que soy. Para pedirle de rodillas que perdone mis silencios, mi distancia, toda la caries del recuerdo. Y si al final, después de que la aguarde largo rato enfrente de su casa, no baja a regalarme una caricia o una nuez o no me guiña el ojo en la ventana, me iré despacio, muy despacio. Caminaré perdido entre los charcos de turrón, las tiendas de regalos y las alfombras rojas, contando las heridas de mis manos. Pensando que algún día me querrá de nuevo. Que volveremos a besarnos, como antes, bajo la lluvia impar. Que el día en que me llame nuevamente habrá nacido un hombre nuevo en su portal y acabarán los sentimientos de rebajas y el mazapán de la tristeza. Y entonces sí habrá algo en que creer. Y tal vez nunca más vuelva a robarle el tiempo a los relojes y a desoír el corazón y a los jilgueros del semáforo.

           Y si esta noche es buena de verdad y me llamara, celebraría la Navidad todos los días. Les hablaría a los que siempre sueñan solos del cloroformo de los hospitales, del llanto sin burbujas de los mendigos y de la lotería de vivir. Y esa misma noche, en menos de que cante el gallo en las Iglesias, yo habré sabido qué me quiere de verdad, que el árbol se ha llenado de luciérnagas, que en el portal adonde vuelvo cada año me aguardará dormida y habrá estrellas, sol y luna. Y nos querremos para siempre, como antes, y cenaremos caldo de perdices.


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