Página de aula de lengua y literatura de Educación Secundaria

Los que no somos gigantes -la gran mayoría de los seres humanos- tenemos que ir supliendo nuestras carencias a base de esfuerzo y de ir ingeniándonoslas en muchos aspectos. De qué manera y en qué dirección, cada uno va supliendo sus propias carencias, eso dependerá ya del gusto y las particularidades de cada cual. Si investigaba en los ámbitos que me interesaban a mi ritmo y a mi gusto, asimilaba técnicas y conocimientos de un modo extremadamente eficaz (1)

Espero que esta carpetadelc te ayude a crear tu propio recorrido.

(1) Adaptado de De qué hablo cuando hablo de correr de Haruki MURAKAMI

17.9.12

Bienvenidos a Ítaca


En este inicio de curso

Hay una palabra gallega xeito, que significa 'actitud', 'gesto', 'disposición con que se hacen las cosas'. […] Creedme si os digo que es una palabra maravillosa, una construcción semántica comparable a una catedral gótica o a una locomotora de vapor, y cuya elaboración ha requerido siglos de civilización, de refinamiento cultural. Ser xeitoso  es hacer las cosas bien por el gusto de hacerlas, no por un interés inmediato sino porque sí, por el puro gusto de hacerlas bien, de dar lo mejor de nosotros mismos, de otorgarle resplandor al instante, a los instantes que no parecían llamados a perpetuarse sino a extinguirse en la grisura del tedio, de la rutina, de la desgana de vivir. El niño que juega en soledad y se esmera en lo suyo, sin necesidad de ser mirado ni admirado, es una persona xeitosa. Y también lo es Sócrates, y con qué profunda levedad, cuando aprende a tocar un aire de flauta en su última noche de condenado a muerte. “¿Y por qué, maestro, si vas a morir en unas horas?” “Pues por saber algo más antes de morir”.  […] Hacer las cosas por puro xeito, por el sabio placer de hacer las cosas lo mejor posible, por colmar el anhelo de perfección que hay, o debería haber, en todos nosotros. Hoy se tiende a despachar todo deprisa y de cualquier manera, y a menudo por el ansia del dinero y la fama, y es una pena que, pudiendo ser xeitosos, muchos opten por la vulgaridad de ser meramente exitosos. […] Seamos, pues, xeitosos, confiemos en nosotros mismos, y no intentemos gustar a los demás al precio de traicionar o malbaratar nuestro verdadero modo de ser, nuestra originalidad, nuestro mundo.
La búsqueda y la conquista de ese mundo propio, intransferible, es una tarea esencial. Pero ¿cómo llegar a descubrir ese universo nuestro, ese yacimiento de oscuros saberes y de experiencias únicas que habita en lo más hondo de nosotros? ¿Cómo saber de dónde brota nuestro manantial? ¿Dónde ir a buscarnos a nosotros mismos? ¿Tendremos, como Ulises, que navegar por mil islas y salir airosos de innumerables aventuras para llegar a Ítaca, nuestra patria final? Sin duda. Cada cual es Ulises en busca de sí mismo. Ésa es la tarea esencial de la vida. Sólo que Ítaca no está lejos. No, ya estamos en Ítaca: sólo nos queda conquistar ese reino que se extiende a nuestro alrededor. Aquí están nuestras verdaderas maravillas: las sirenas, los cíclopes, y en nuestros trayectos cotidianos, en nuestro diario ir y venir, está contenido el viaje mítico […] ¿Queréis llegar a Ítaca y reinar sobre vosotros mismos? Pues bien, aprended a observar. Todo es interesante, todo es nuevo, cuando se mira con paciencia y con atención. Las cosas que nos rodean están por descubrir. Y es que vamos por la vida demasiado aprisa, sin fijar la mirada en las cosas.Y, lo que es peor, damos las cosas por sabidas. Nos encomendamos a la costumbre, que es el peor y más declarado enemigo del conocimiento. […] No demos las cosas por sabidas. Vayamos directamente a ellas para conocerlas de primera mano. […] Estrenemos el mundo cada día. […] Defended vuestra inocencia, no dejéis que se muera el niño que aún vive en vosotros. No os acomodéis a los usos que os imponen. Sed apasionados, audaces, imaginativos y xeitosos, y  […]. Recordad que la vida es un viaje sólo de ida. No merece la pena renunciar a la originalidad, a la incertidumbre, a la pasión de ser nosotros mismos. Vivamos la vida como lo que es: una aventura irrepetible. Todo consiste, pues, en observar. Ahora bien: el arte y el hábito de observar no son fáciles, ni se dan de balde. Quizá por eso, casi nadie mira con sus propios ojos. Y es que la costumbre que lo da todo hecho, es de lo más hospitalaria y cómoda. Delegamos en ella porque mirar y pensar por cuenta propia exige un esfuerzo, una dedicación, un precio que no todos (yo diría que muy pocos) están dispuestos a pagar. Exige, por ejemplo, una cierta lentitud, y precisamente en un mundo donde todo invita a la velocidad anestesiante y a la fugacidad de las cosas y de las ideas. Exige consciencia, en una sociedad donde la irresponsabilidad y la desidia son hábitos ya casi honorables. Y exige soledad y recogimiento, no la soledad melancólica sino la placentera y laboriosa de la incertidumbre y de la inteligencia.
[…] Descubrir la belleza inquietante del mundo, de las cosas humildes, cotidianas es una de las grandes tareas. […] (Descubramos) el tremendo poder de las palabras […]. Con palabras se han creado patrias imaginarias y se han justificado y se siguen justificando crímenes y genocidios. Quien es dueño de las palabras, es dueño de la realidad. […] Así que cuidemos las palabras y cuidémonos de ellas. […] Escuchad a vuestro corazón, porque ya se sabe que el intelecto es el que busca y el corazón es el que encuentra. Como decía Cervantes, como repite Goethe: “Basta con sentir”.Y éstas son las palabras esenciales […] “observar” y “sentir”. En mi infancia, como en todas las infancias, los cuentos que me contaban comenzaban diciendo: “Hace mucho tiempo en un país lejano”, y a partir de ahí empezaban a ocurrir prodigios […]. Y había también palabras mágicas, poderosas, como “abracadabra” o “ábrete, Sésamo”, capaces de obrar mil maravillas. Y yo pensaba: Qué mala suerte he tenido de nacer en este pueblo y en esta época, donde ya no hay portentos ni palabras mágicas, porque todo lo extraordinario ocurrió hace mucho tiempo en un país lejano. Y transcurrieron los años, y un día miré al pasado y descubrí que era entonces, en la niñez, y en mi pueblo, cuando vivía en un país lejano, lleno de maravillas que no supe ver hasta que la nostalgia me lo devolvió poetizado por la memoria. Y, del mismo modo, otro día descubrí la poesía y leí: “Yo voy soñando caminos de la tarde”, y me quedé pasmado, porque de pronto el poeta había conseguido convertir las palabras diarias y sencillas en palabras nuevas y mágicas. […] Observar y sentir. Ahí están todas las maravillas y todos los tesoros. Por eso yo os invito a que os digáis cada día a vosotros mismos: “Recuerda que vives en un país lejano”, para que no esperéis más prodigios que los que conquistéis con vuestra mirada y vuestro corazón.

Bienvenidos a Itaca

(Resumido y adaptado de “Bienvenidos a Ítaca” de Luis LANDERO)