Página de aula de lengua y literatura de Educación Secundaria

Los que no somos gigantes -la gran mayoría de los seres humanos- tenemos que ir supliendo nuestras carencias a base de esfuerzo y de ir ingeniándonoslas en muchos aspectos. De qué manera y en qué dirección, cada uno va supliendo sus propias carencias, eso dependerá ya del gusto y las particularidades de cada cual. Si investigaba en los ámbitos que me interesaban a mi ritmo y a mi gusto, asimilaba técnicas y conocimientos de un modo extremadamente eficaz (1)

Espero que esta carpetadelc te ayude a crear tu propio recorrido.

(1) Adaptado de De qué hablo cuando hablo de correr de Haruki MURAKAMI

14.12.15

El primero de enero



El primero de enero, tararí,
será tan gris como un jueves cualquiera,
sin Drácula escalando el Pirulí,
ni marcianos cruzando la frontera.
 Más de lo mismo bajo el cielo añil,
cronos en su fugaz trono vacío,
la anoréxica luna giligil
no exportará vacunas contra el frío.
 Llenaré otro galpón municipal
y esperaré el diluvio universal
viendo crecer el bosque por la acera.
 El primero de enero (del dos mil),
 aunque siga muriéndome por ti,
me iré con la primera que me quiera. Joaquín Sabina

11.12.15

Cuento de Nochebuena



             Esta Nochebuena no comeré pavo trufado, ni angulas en aceite ni besugo. Este año mi paladar y mi corazón tendrán un sabor agrio. Y no pondré bombillas en el árbol de papel. Y no le escribiré a los Reyes Magos ni comeré turrón con uvas pasas. Escribiré una historia navideña de las que no aparecen en la tele o en la radio o los periódicos. Le hablaré de los que sufren el mester de la tristeza y el olvido, de los que nada tienen en sus bolsos y los que no entendieron nunca el circo navideño.
           Describiré sobre el papel el ruido y la violencia de los corazones. Recordaré cuanto invertí el año pasado en crismas y mensajes y teléfono y regalos. Les contaré que yo también me sumaré a los que se callan y suspiran cuando les felicitan estos días. Y aguardaré encogido en la esperanza, con la palabra Paz entre los labios, cambiándole las pilas a los sueños.

            Estas Navidades no brindaré con cava, ni cantaré oxidados villancicos. No limpiaré la estrella del belén mientras la tele y nuestros ojos se salpiquen de dolor e incertidumbre. De preguntas sin respuestas. No voy a descorchar la risa y la alegría si no hay motivos suficientes para creer en el futuro.

            Este año me envolveré en mi soledad como un mendigo en su cartón y su tristeza. No soñaré en abierto, no haré balance de estos meses que ahora se consumen. No compraré mentiras, ni haré bromas a los inocentes.

           Buscaré entre mis huesos una luz no artificial, me enjuagaré los labios con la nieve que sobró de enero y que guardé, durante un año, en el cajón de la mesilla, la llamaré a su móvil otra vez para pedirle un beso de turrón que aún me haga creer en el amor y cambiaré la luna por mi almohada.

           Hoy volveré de nuevo a su portal para ofrecerle todo lo que soy. Para pedirle de rodillas que perdone mis silencios, mi distancia, toda la caries del recuerdo. Y si al final, después de que la aguarde largo rato enfrente de su casa, no baja a regalarme una caricia o una nuez o no me guiña el ojo en la ventana, me iré despacio, muy despacio. Caminaré perdido entre los charcos de turrón, las tiendas de regalos y las alfombras rojas, contando las heridas de mis manos. Pensando que algún día me querrá de nuevo. Que volveremos a besarnos, como antes, bajo la lluvia impar. Que el día en que me llame nuevamente habrá nacido un hombre nuevo en su portal y acabarán los sentimientos de rebajas y el mazapán de la tristeza. Y entonces sí habrá algo en que creer. Y tal vez nunca más vuelva a robarle el tiempo a los relojes y a desoír el corazón y a los jilgueros del semáforo.

           Y si esta noche es buena de verdad y me llamara, celebraría la Navidad todos los días. Les hablaría a los que siempre sueñan solos del cloroformo de los hospitales, del llanto sin burbujas de los mendigos y de la lotería de vivir. Y esa misma noche, en menos de que cante el gallo en las Iglesias, yo habré sabido qué me quiere de verdad, que el árbol se ha llenado de luciérnagas, que en el portal adonde vuelvo cada año me aguardará dormida y habrá estrellas, sol y luna. Y nos querremos para siempre, como antes, y cenaremos caldo de perdices.


Nochebuena





                        Fernando Silva dirige el hospital de niños en Managua. En vísperas de Navidad, se quedó trabajando hasta muy tarde. Ya estaban sonando los cohetes, y empezaban los fuegos artificiales a iluminar el cielo, cuando Fernando decidió marcharse. En su casa lo esperaban para festejar.
                      Hizo una última recorrida por las salas, viendo si todo queda en orden, y en eso estaba cuando sintió que unos pasos lo seguían. Unos pasos de algodón; se volvió y descubrió que uno de los enfermitos le andaba atrás. En la penumbra lo reconoció. Era un niño que estaba solo. Fernando reconoció su cara ya marcada por la muerte y esos ojos que pedían disculpas o quizá pedían permiso.

                      Fernando se acercó y el niño lo rozó con la mano:
-Decile a... -susurró el niño-
Decile a alguien, que yo estoy aquí.
                                                                                                                                 Eduardo Galeano

En esta Navidad



En esta Navidad
El vago soplo que empuja la nave
de la edad, el tiempo
que nadie puede convertir en cosa,
¿sobre qué fiebre pasan? La casa
del sueño, el perfume
de tus manos que arden como
animales al mediodía, aquí están, son
esta fiesta en un cuarto oscuro antes, donde
las ventanas dan a tu aire
que el sol dora, vienen
tu cuerpo visible y el otro
para que todo se cumpla. 
                                                   Juan GELMAN